CALATAÑAZOR
Una villa encaramada a un espolón rocoso, que conserva intacto todo el sabor de su pasado medieval en las callejas empedradas, en sus monumentos y en sus casas de piedra, adobe y madera.
Parece increíble que un pueblo tan pequeño encierre tantos tesoros entre sus piedras. La belleza de su arquitectura popular, su emplazamiento y su particular biografía, lo convierten en un testimonio vivo de un pedazo de la Historia, capaz de cautivar a acualquiera que pasee por sus calles.
Calatañazor disimula humildemente su heroico pasado, ligado a Almanzor y a la Reconquista, mediante una calma y un sosiego, y una tibieza en los días de sol, que invitan a demorarse siempre un poco más en sus calles, entre sus gentes discretas y amigables. Destapa paso a paso sus reliquias. Sus entrañables rincones.
Como esta comarca no sabe de prisas y no se abandona fácilmente, nada nos impide esperar el momento mágico del anochecer, cuando comienzan a encenderse las luces de la villa, con el cielo todavía azul oscuro, para dar un último paseo. Si ha llovido, con el empedrado brillante por el agua, la imagen nocturna de Calatañazor es aún más bella, sobrecogedora. Nos deleitaremos recorriendo el escenario medieval, ahora rodeado por sombras que le dan un aire intimista y hasta fantasmagórico.
Calatañazor nos obliga a idealizar el Medievo, miente piadosamente con su placidez, con se envidiable dosificación de las cosas. Su gente de todos los días nos abre paso sin hacerse notar, mientras continúa en silencio una nueva y pacífica reconquista: la de su verdadero pulso vital.
