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Parque del Retiro al amanecer

Me gusta ir a caminar al parque del Retiro por la mañana temprano. Al amanecer está todo más tranquilo y te hace sentir como si estuvieras en un bosque. Y la sensación de placidez es absoluta. Solo se oyen los silbidos de los mirlos o los zureos de las palomas. De vez en cuando, alguna persona haciendo deporte. En el estanque, las barcas duermen aún en el embarcadero, y las brumas del amanecer flotan sobre las aguas. El cielo clarea. Los patos empiezan a espabilarse y en las aguas un piragüista entrena, como cada mañana. Pronto apagarán las farolas y las primeras luces del sol descubrirán lo que había tras las sombras.
A las ocho, el hechizo se rompe. Llegan las cuadrillas de jardineros. Pero no llegan como hace años, a pie y con sus herramientas manuales, no. Llegan motorizadas en variados vehículos y pertrechadas de ingenios mecánicos que se supone que deben facilitarles su tarea. El soplador de hojas que soplará muchas hojas y papeles, pero también hace un ruido infernal, huele fatal y levanta unas polvaredas tremendas. El vehículo aspiradora, con una especie de cepillo giratorio con el que supuestamente recoge los desperdicios del suelo, y que también hace un ruido ensordecedor. Una serie de cochecitos y camionetas irrumpen por los paseos, antes tranquilos, llevando dentro a unos cuantos jardineros o a su jefe. En unos minutos, todo se ha llenado de aparatos y la armonía se ha roto.
El Retiro es un parque que tiene diferentes registros a lo largo del día. Su hora mágica, para mí, es el amanecer… antes de las ocho de la mañana.

Estanque de El Retiro al amanecer. Madrid, España.